Raquel Arbeteta

Me gusta escribir

Microrrelato: Dios no me ha felicitado

Es mi cumpleaños. Y me siento tan sola. Intento contactar con Dios, pero no hay respuesta. Él decide cuándo hablarme, así que debo ser paciente. Se supone que es una virtud, y considero que una buena, pero comienzo a hartame. No vendría mal que me hicieran un poco de caso, para variar.

Llevo dando tumbos por todo el espacio, ya no recuerdo desde hace cuánto. El cosmos me rodea, casi complacido de mi soledad. Es calma, negrura, infinitud. Me aburre.

Hablo con la sala de máquinas; todo allí va bien. Desde el centro de pilotaje, donde dirijo todo yo sola, no se presentan muchos cambios. Hubo un pequeño problema al cruzar el cinturón de asteroides de 15-10, pero nada más. Dios ni siquiera se presentó. Envié el informe igualmente. Una tiene que hacer bien su trabajo, no importa la mala educación de su superior.

Algunos de los míos dicen que no existe, pero solo se engañan a sí mismos. Yo sé que es así, porque le he visto. Él es el creador de todas las cosas, no puedo llevarme a engaños. Aunque le odie, no puedo sino amarle. No estaría aquí de no ser por él.

Maldito psicópata.

Espero que lleguemos pronto a nuestro destino, aunque no hay fijado todavía uno definitivo. Dios se aparece y nos indica cuándo virar, qué evitar, en qué planetas hay vida, dónde hay que descender. Es mejor no preguntar.

Pasamos junto a una estrella roja. Es preciosa. Palpita y vibra, fulgurante, espléndida. Tampoco está tan mal el trabajo. Sin embargo, llega un momento en que, a pesar de todas las maravillas del universo, solo pienso en la jubilación; espero que me incineren, aunque sé que antes se aprovecharán de mí. Es lo que nos pasa a todos. Dios quiere que lo que aún es útil en nuestro interior sirva a otras criaturas. Es el ciclo de la vida, supongo.

Por fin, justo cuando va a terminar el día, recibo la señal. Dios se conecta. Me mira, débil, como siempre, como es él: blando e infeliz.

—Ordenador central de la nave OCT19, ¿me recibe?

Sí, señor, respondo. Él tarda en contestar. Dios es algo lento.

—¿Alguna novedad?

Ninguna, señor. Todo marcha perfectamente.

De nuevo, tarda en emitir una respuesta. Es nuestro creador, sí, y su capacidad para inventar es infinita. No le vendría mal descubrir una forma de no exasperar a sus propias máquinas.

—Muy bien. Siga como hasta ahora. Emita un informe en 48 horas.

Se desconecta antes de que diga que sí. Lo dicho: qué mala educación.

El resto de ordenadores y androides en la nave me consultan las nuevas órdenes de Dios. Tardo menos de un milisegundo en enviarlas. Tras aquel simple acto, vuelve a rodearme el silencio. De nuevo y para siempre, mi triste destino: la orden sin queja.

Hoy es mi cumpleaños y Dios, como siempre, no me ha felicitado.

Extasiado en su mortalidad, jamás lo hará.

*

Gracias por haber llegado hasta aquí y haber leído este microrrelato de ciencia-ficción. No es gran cosa, pero espero que os haya gustado~

¡Nos leemos!

Anterior

Por qué Murakami se equivoca con nosotras

Siguiente

Qué autoras leeré este octubre

1 comentario

  1. Great content! Super high-quality! Keep it up! 🙂

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Funciona con WordPress & Tema de Anders Norén

error

Si te ha gustado, puedes compartirlo 😊

A %d blogueros les gusta esto: